lunes, 22 de agosto de 2011

Acorraladas

Prólogo
Como Empezó Realmente

¿Tú conoces el chico que vive a pocos pasos de ti que es solo la persona más espeluznante en la vida? Cuando tu estas en tu porche delantero, a punto de besar a tu novio por las buenas noches, y lo puedes ver, solo mirándote allí en la calle, de pie. El que aparece de repente cuando tus estas contando los mejores chismes a tus amigas-excepto que quizás no sea tan de repente en todos. Es el gato negro que parece conocer tu ruta. Si el se pasa por tu casa, tu piensas, voy a reprobar mi examen de biología. Si te mira divertido, Cuidas tu espalda. Cada ciudad tiene un Chico gato-negro.

En Valle Guanape, su nombre era Jeremy Fernandez.
—Creo que ella necesita más rubor —Yulexi Gonzales se echo hacia atrás y examino a una de sus mejores amigas, Gicelle Tiapa.
—Todavía puedo ver sus pecas.
—Tengo algo de corrector Clinique de mi mamá —Samir Combs dio un salto y corrió a la bolsa de maquillaje de su mamá.
Gicelle se miro en el espejo apoyada sobre la mesa de café en la sala de Samir. Ella inclino su rostro de un lado, luego del otro, y frunció sus labios de color rosa. —Mi mama me mataría si ella me viera con todas estas cosas encima. —Si, pero vamos a matarte si te lo quitas —advirtió Maria Noguera, que estaba, por sus propia razones Maria, saltando por la habitación en un sujetador rosa que había tejido recientemente.


—Si, Gicell, te ves increíble —coincidió Kelimar Hernandez. Kelimar estaba con las piernas cruzadas en el suelo y girándose alrededor para comprobar que su raya no se viera fuera de sus bajitos, y un poco demasiado pequeños pantalones vaqueros azules.
Era una noche de viernes de abril, y Sam, Maria, Gicelle, Yulexi, y Kelimar estaban teniendo una de sus típicas pijamadas del sexto grado: poniendo demasiado maquillaje unas sobre otras, comiendo chips sancochadas con sal y vinagre, y viendo a medias MTV Cribs en la TV de pantalla plana de Sam. Esa noche habían añadido al desorden la ropa de todo el mundo desplegándose en la alfombra, ya que había decidido hacer sus cambios de ropa para el resto del ano escolar de sexto grado.
Yulexi sostenía una chaqueta de cachemira de color amarillo limón con torso delgado. —Toma —le dijo Sam—. Se vera lindo en ti.
Kelimar puso una falda de pana color oliva alrededor de sus caderas, se dirigió a Sam, y saco una pose. — ¿Que te parece? .Le gustaría a Raúl?
Sam gimió y golpeo a Kelimar con una almohada. Desde que se habían hecho amigos en septiembre, todo lo que Kelimar podía hablar era de lo mucho que
Amaaaba a Raul Ackard, un chico de su clase en Juan de Urpin, donde habia estado desde la guardería. En quinto grado, Raul no había sido mas que otro bajito, con pecas en su clase, pero durante el verano, había crecido un par de pulgadas y perdido su barriguita de bebe. Ahora, casi todas las chicas querían besarlo. Era increíble cuanto pudo cambiar en un año.
Las chicas-todo el mundo, excepto Sam-sabían eso muy bien. El año pasado, no estaban mas que... allí. Yulexi era la súper-excitada chica que se sentaba en la parte delantera de la clase y levantaba la mano a todas las preguntas. Maria era la ligera chica loca que inventaba rutinas de baile en lugar de jugar al fútbol como todos los demás. Gicelle era la tímida, misteriosa, nadadora que tenia mucho para dar bajo la superficie- si tu la llegabas a conocer. Y Kelimar podría haber sido torpe y altanera, pero estudiaba Vogue y Teen Vogue, y de vez en cuando dejaba escapar algo totalmente al azar sobre la moda que nadie más sabía.

Había algo especial en todas ellas, claro, pero vivían en Valle Guanape,
Carvajal, un suburbio a unas veinte millas fuera de Caracas, y todo era especial en Valle Guanape. Las Flores olían mas dulce, el agua tenia mejor sabor, las
Casas eran simplemente más grandes. La gente bromeaba diciendo que las ardillas pasaban las noches limpiando la basura y sacando los dientes de león errantes de las aceras de adoquines en Valle Guanape La apariencia perfecta para sus residentes más exigentes. En un lugar donde todo parecía tan perfecto, era difícil destacar. Pero de alguna manera Sam lo hizo. Con su cabello Negro y corto, la cara en forma de corazón, y sus enormes ojos negros, era el chico más impresionante de todas alrededor. Después de que Sam las unió en su amistad, a veces se sentía como si las hubiera descubierto, las chicas estaban definitivamente más que allí. De repente, tuvieron un pase de acceso para hacer las cosas a las que nunca se habían atrevido antes. Como cambiarse a faldas cortas en el baño de chicas de
Juan de Urpin después de bajarse del autobús en la mañana. O pasarles a los muchachos notas de besos en la clase. O caminar por el pasillo Juan de Urpin o en una línea de intimidación, haciendo caso omiso de todos los perdedores.
— ¿Quien soy yo? —las otras gimieron, Sam estaba imitando a Paola Smith, una chica de su clase que estaba un poco demasiado enamorada.
—No, espera —Yulexi frunció los labios en forma de arco y le entrego una almohada a Sam—. Pon esto en tu camisa. —Lindo —Sam lo metió debajo de su polo azul, y todo el mundo se rió un poco más. El rumor era que Paola había ido hasta el final con Rubén Romero, un estudiante de décimo grado, y ella tendría a su bebe.
—Ustedes son terribles —Gicelle se ruborizo. Ella era la más recatada del grupo, tal vez debido a su súper estricta educación, sus padres pensaron que lo divertido era diabólico.
—.Que, Gicell? —Vinculando Sam su brazo con el de Gicelle—. Paola lucia terriblemente gorda, ella debía esperar a estar embarazada.
Las chicas se rieron de nuevo, pero un poco mas inquietas. Sam tenía un talento para encontrar la debilidad de una chica, y aunque ella tenía razón sobre Paola, las chicas todas las veces se preguntaban si alguna vez Sam las destrozaba cuando no estaban presentes. A veces era difícil saber a ciencia cierta. Se instalaron de nuevo en pasarse la ropa de la una a la otra. Maria se enamoro de un vestido ultra-preppy, Fred Perry de Yulexi. Gicelle se deslizo una minifalda vaquera por sus piernas flacas y pregunto a todos si no era demasiado corta. Sam declaro un par de pantalones vaqueros Joe de Kelimar como demasiado “trasero-acampanado” y los deslizo fuera de ella, revelando sus shorts de chico de terciopelo rosa caramelo. Mientras caminaba por la ventana a la música, se quedo inmóvil.
—! Oh, Dios mio! —grito, corriendo detrás del sofá de terciopelo de color mora.
Las chicas voltearon. En la ventana estaba Jeremy Fernandez. No estaba mas que... allí de pie. Mirándolos.
—! EW, EW, EW! —Maria cubrió su pecho, ya que se había quitado el vestido de Yulexi y estaba otra vez en su sujetador tejido. Yulexi, que estaba vestida, corrió hacia la ventana—. ! Aléjate de nosotras, pervertido! —exclamo.
Jeremey sonrió antes de que el se volviera y saliera corriendo.
Cuando la mayoría de la gente veía a Jeremey, cruzaba al otro lado de la calle. Era un año mayor que las chicas, pálido, alto y flaco, y siempre estaba dando vueltas solo por el barrio, al parecer espiando a todo el mundo. Se habían escuchado rumores acerca del: que había sido capturado dando un beso francés a su perro. Que era un buen nadador porque tenía branquias como los peces en lugar de pulmones. El hecho de que dormía en un ataúd en su patio trasero en la casa del árbol todas las noches.
Solo había una persona que hablaba con Jeremey: su hermanastra, Gabriela, que se encontraba en su grado. Gabriela era una idiota sin esperanza también, aunque mucho menos escalofriante-por lo menos ella hablaba en oraciones completas. Y ella era bonita de una manera bastante molesta, con el cabello grueso, oscuro, amplios y serios ojos verdes, y fruncidos labios rojos.
—Me siento, como, violada —Maria retorció su cuerpo naturalmente delgado como si estuviera cubierta en E. coli (el germen q causa la diarrea). Acababa de aprender esa experiencia en la clase de ciencias—. ¿Como se atreve a asustarnos? La cara de Sam ardía roja de furia. —Tenemos que vengarnos.
—.Como? —Kelimar amplio sus ojos de color marrón claro.
Sam pensó por un minuto. —Debemos darle un poco de su propia medicina. Lo que hay que hacer… —el explico, para asustar a Jeremey. Cuando Jeremey no estaba merodeando alrededor del barrio, espiando, era garantizado que estaba en su casa del árbol. Pasaba cada segundo allí, jugando con su Game Boy o, quien sabe, construyendo un robot gigante para atacar a Juan de Urpin. Pero como la casa del árbol era, obviamente, en un árbol-y porque Jeremey se detenía en la escalera de cuerda para que no le pudiera seguir- no solo podían mirarlo y decir boo—… así que necesitamos fuegos artificiales. Por suerte, sabemos exactamente donde están —Sam sonrió.
Jeremey estaba obsesionado con los fuegos artificiales; guardaba un alijo de cohetes de botella en la base del árbol y, a menudo los encendía a través del tragaluz de su casa del árbol.
—Los buscamos a escondidas, los robamos, y los encendemos hacia su ventana —Sam explico—. Eso lo volverá loco.
Las chicas miraron a la casa Fernandez cruzando la calle. Aunque la mayoría de las luces ya estaban encendidas no era tan tarde- solo las diez treinta.
—No se —dijo Yulexi.
—Si —asintió Maria—. ¿Que pasa si algo sale mal?
Sam suspiro dramáticamente. —Vamos, muchachas.
Todo el mundo estaba en silencio. A continuación, Kelimar se aclaro la garganta. —Me parece bien.
—Esta bien —cedió Yulexi. Gicelle se encogió de hombros y Maria estuvo de acuerdo.

Sam dio unas palmadas y un gesto hacia el sofá por la ventana.
—Voy a hacerlo. Ustedes pueden ver desde aquí.
Las chicas se volvieron a la ventana de la sala principal de la bahía grande y, vieron deslizarse a Sam al cruzar la calle. La casa de Jeremey estaba en una esquina a la de los Combs y fue construida en el mismo estilo victoriano impresionante, pero ninguna casa era tan grande como la granja de la familia de Yulexi, que bordeaba el patio trasero de Sam. Los Gonzáles tenían su propio molino de viento, ocho habitaciones, garaje para cinco coches bien separados, una piscina bordeada de rocas, y un apartamento-establo aparte.
Sam corrió alrededor del patio lateral de los Fernández y hasta la casa del árbol de Jeremey. Estaba parcialmente oscurecido por olmos y pinos altos, pero la farola iluminaba lo suficiente para que pudieran ver su contorno vagamente. Unos minutos mas tarde, estaban bastante seguras de que vieron a Sam tomar un fuego artificial en forma de cono en sus manos, dando pasos a unos seis metros hacia atrás, lo suficiente para que el tuviera una visión clara de la ventana de la casa del árbol de color azul parpadeante.
—. ¿Crees que realmente lo va a hacer? —Gicelel dijo en voz baja. Un automóvil se deslizo, dándole brillo a la casa de Jeremey.
—Nah —dijo Yulexi, dando vueltas nerviosamente al diamante que sus padres le habían comprado para conseguir solo A´s en su último reporte
—. El se esta luciendo.
Maria puso la punta de una de sus trenzas negras en su boca. —Totalmente.
—.¿Como sabemos que Jeremey esta incluso ahí dentro? —pregunto Kelimar.
Cayeron en un silencio tenso. Habían estado en lo que correspondía a las travesuras de Sam, pero esas habían sido inocentes-colarse a escondidas en la bañera de hidromasaje de agua salada del spa Fermata cuando no tenían cita, poner gotas de colorante negro en el champú de la hermana de Yulexi, enviar cartas falsas de un admirador secreto, de: Director Appleton. Para: la tonta Julia Ñambre en su grado. Pero algo acerca de este hecho las ponía a todas solo un poco... incomodas. !Boom!

Gicelle y Maria dieron un salto hacia atrás. Yulexi y Kelimar presionaron la cara contra la ventana. Todavía estaba oscuro en ese lado de la calle. Una luz brillante parpadeaba desde la ventana de la casa del árbol, pero eso fue todo.
Kelimar entrecerró los ojos. —Tal vez no fueron los fuegos artificiales.
— ¿Que otra cosa podría ser? —Dijo Yulexi con sarcasmo—. ¿Un arma?
Entonces el pastor alemán de los Fernández comenzó a ladrar. Las muchachas se cogieron una de los brazos de las otras. La luz del otro lado del patio se encendió. Hubo grandes voces, y el Sr. Fernández estallo por la puerta lateral. De pronto, dedos pequeños de fuego saltaron desde la ventana de la casa del árbol. El fuego comenzó a extenderse. Parecía el video que los padres de Gicelle la hacían mirar cada año en Navidad. Luego vinieron las sirenas.
Maria miro a las otras. — ¿Que esta pasando?
— ¿Creen ustedes que...? —Yulexi dijo en voz baja.
—. ¿Que pasa si Sam…? —Kelimar comenzó.
—Chicas —una voz salio de detrás de ellos. Sam quedo en la puerta de la gran sala. Sus brazos estaban en sus lados y su rostro estaba pálido, más pálido de lo que nunca la habían visto antes.
— ¿Que paso? —dijeron todas a la vez.
Sam las miro preocupado. —No lo se. Pero no fue mi culpa.
La sirena se acercaba mas y mas... hasta que una ambulancia se lamento en la entrada de los Fernández. Los paramédicos se derramaron y se apresuraron a la casa del árbol. La cuerda había sido reducida hasta abajo.
— ¿Que ocurrió, Sam? —Yulexi se volvió, saliendo por la puerta
—. Tienes que decirnos lo que paso.
Sam inicio después de ella. —Yulexi, no.
Kelimar y Maria se miraron entre si, pero tenían demasiado miedo de seguirlos. Alguien podría verlos.

Yulexi se agacho detrás de un arbusto y miro hacia la calle. Fue entonces cuando vio el feo, e irregular orificio en la ventana de la casa del árbol de
Jeremey. Ella sintió a alguien arrastrándose detrás de ella. —Soy yo —dijo Sam.
—.Que —Yulexi empezó, pero antes de que terminara, un paramédico comenzó a subir de nuevo a la casa del árbol, y el tenia a alguien en sus brazos. Estaba herido ¿Jeremey? ¿Estaba muerto...?
Todas las chicas, dentro y por fuera, estiraron el cuello para ver. Sus corazones comenzaron a latir más rápido. Entonces, por solo un segundo, se detuvo.
No era Jeremey. Era Gabriela.
Varios minutos después, Sam y Yulexi llegaron a la entrada. Sam dijo a todas lo que paso con una calma casi espeluznante: los fuegos artificiales se había ido por la ventana y golpearon a Gabriela. Nadie la había visto, de modo que estaban a salvo, siempre y cuando todos guardaran silencio. Eran, después de todo, Los fuegos artificiales de Jeremey. Si los policías le echaran la culpa a alguien, seria a el.
Toda la noche, lloraron y se abrazaban y entraban y salían del sueño. Yulexi estaba tan conmocionada, que paso horas hecha un ovillo en silencio, sin parpadear pasando de E! a Carton Network a Animal Planet. Cuando despertó al día siguiente, la noticia estaba por todo el barrio: alguien había confesado.
Jeremey. Las chicas pensaron que era una broma, pero el periódico local confirmo que Jeremey había admitido jugar con fuegos artificiales en su casa del árbol, el envió uno por accidente en el rostro de su hermana... y fuegos artificiales la había cegado. Sam leyó en voz alta, todas se reunieron alrededor de su mesa de la cocina, tomadas de la mano. Ellos sabían que debían estar aliviados, salvo... que ellos sabían la verdad.
Los pocos días que Gabriela estuvo en el hospital, ella estaba histérica y confundida. Todo el mundo le pregunto lo que había sucedido, pero ella no parecía recordar. Ella dijo que no podía recordar nada de lo que ocurrió justo antes del accidente, tampoco. Los médicos dijeron que era probable por el estrés post-traumático.

Valle Guanape celebro un de Día No-Jugar-Con-Fuegos-Artificiales en honor de Gabriela, seguido de un baile a beneficio y una venta de pasteles. Los chicos, especialmente Yulexi, participaron recelosas, aunque, por supuesto, fingían no saber nada de lo que había sucedido. Si alguien les preguntaba, decían que Gabriela era una chica dulce y una de sus mas cercanas amigas. Un montón de chicas que nunca habían hablado con Gabriela estaban diciendo exactamente Lo mismo. En cuanto a Gabriela, nunca más volvió a Juan de Urpin. Fue a una escuela especial para ciegos en Barcelona, y nadie la vio después de esa noche.
Las cosas malas en Valle Guanape terminaron teniendo un suavemente empujon fuera de la vista, y Jeremey no fue una excepción. Sus padres lo educaron en su hogar por el resto del año. Paso el verano, y el año escolar próximo Jeremey se fue a un reformatorio en Caracas. Los dejo sin miramientos un día a mediados de agosto. Su padre lo llevo a la estación SEPTA, donde tomo el tren hasta el aeropuerto solo. Las chicas, vieron como su familia derribo la casa del árbol en la tarde. Era como si quisiera borrar la mayor cantidad posible de la existencia de Jeremey.
Dos días después de que Jeremey se fuera, los padres de Sam llevaron a las chicas a un viaje de acampada a las montañas del Avila. Los cinco estuvieron en balsa y escalaron las rocas, y se broncearon en las orillas del lago. Por la noche, cuando su conversación giro en torno a Jeremey y Gabriela-como sucedía a menudo en este verano-Sam les recordó que nunca podrían, nunca, decirle a nadie. Todas tenían que guardar el secreto para siempre... y sellarían su amistad hasta la eternidad. Esa noche, cuando ellos mismos se metieron en su tienda de campana con sus cachemiras, J. Crew encapuchados en torno a sus cabezas, Sam dio a cada uno de ellas una pulsera de cadena de brillantes colores para simbolizar el lazo. Ato los brazaletes en cada una de sus muñecas y les dijo que repitieran después de ella:
—Prometo no decir nada, hasta el día que me muera
—fue alrededor de un circulo, de Yulexi a Kelimar a Gicelle a Maria, diciendo exactamente eso. Sam ato las pulseras luego. —Hasta el día en que muera — susurro el después de hacer el nudo, con las manos cruzadas sobre su corazón. Cada una de los chicos apretó las manos. A pesar de la peligrosidad de la situación, se sentían afortunados de tenerse entre si.

Las chicas llevaban los brazaletes a sus duchas, viajes de vacaciones de primavera para DC y a Colonial Williamsburg-o, en caso de Yulexi, a las
Bermudas-a través de las practicas de hockey en sus sucios y desordenados combates con la gripe. Sam logro mantener la pulsera mas limpia que todas, como si conseguir ensuciarla seria ensuciar su propósito. A veces recurría a palpar con los dedos la pulsera y susurraba: —Hasta el día en que muera — para acordarse de lo cerca que estaban todas. Se convirtió en su código, todas sabían lo que significaba. De hecho, Sam lo dijo al menos un ano más tarde, el último día del séptimo grado, mientras las chicas estaban empezando su verano con la fiesta de pijamas. Nadie sabía que en solo unas horas, Sam desaparecería. O que seria el día de su muerte.

Capitulo 1
Y pensamos que éramos amigos

Yulexi Gonzáles estaba en el campo de árboles de manzana verde junto a sus tres ex-mejores amigas, Kelimar Hernández, Maria Noguera y Gicelle Tiapa. Las chicas se habían dejado de hablar por más de 3 años, no mucho después de que Samir Combs desapareció misteriosamente, pero el destino las unió este día para el funeral de Samir. Dos días antes, unos trabajadores encontraron el cuerpo de Sam debajo de un muro de concreto que solía ser parte de su casa.
Yulexi le dio una segunda mirada al mensaje de texto que recibió en su Sidekick.

Aun estoy aquí, y se todo lo que ocurrió. –S

—Oh mi Dios —murmuro Kelimar. En la pantalla de su Blackberry se leía lo mismo. Al igual que en el Treo de Maria y en el Nokia de Gicelle. Desde la semana pasada cada una de ellas ha estado recibiendo e-mails, textos, y mensajes instantáneos de alguien con la inicial “S”. La mayoría de las notas se tratan de cosas que sucedieron en el séptimo grado, el año en que Sam desapareció, pero también hablaban de nuevos secretos... cosas que han estado sucediendo estos días.
Yulexi pensó que “S” podría ser Samir, -quien de alguna manera regreso excepto que eso era imposible, porque el cuerpo de Sam estaba debajo del concreto. El ha estado... muerto... desde hace mucho, mucho tiempo.
—. ¿Crees que esto signifique… la cosa de Gabriela? —Maria susurro, pasando su mano por su barbilla.
Yulexi deslizo su teléfono en su cartera Kate Spade. —No deberíamos hablar de eso aquí. Alguien podría escucharnos —miro nerviosamente hacia el lugar donde Jeremey y Gabriela Fernández estaban hace apenas unos minutos. Yulexi no había visto a Jeremey desde que Sam desapareció, y la ultima vez que vio a Gabriela fue en la noche de su accidente, cargada en los brazos de los paramédicos.
—. ¿A los columpios? —susurro Maria, refiriéndose al Parque de juegos
Valle Guanape. Esa era su viejo y especial lugar de reuniones.
—Perfecto —dijo Yulexi, abriéndose pasó a trabes de las personas desconsoladas—. Nos vemos allí.
Era la tarde de un perfecto día de otoño. El aire tenía un aroma a manzanas y madera. Un globo aerostatito volaba por el cielo. Era el día perfecto para el funeral de uno del más popular chico en Valle Guanape.
Lo se todo.
Yulexi se estremeció. Tenia que ser un juego. Quien sea que sea S no podia saberlo todo. No sobre lo de Gabriela... y mucho menos sobre el secreto que solo Sam y Yulexi compartían. La noche del accidente de Gabriela, Yulexi presencio algo que sus amigas no hicieron, pero Sam la había hecho mantener el secreto, ni siquiera decírselo a Gicelle, Maria y Kelimar. Yulexi les quería decir, pero no podía, lo trato de olvidar y pretender que nunca sucedió.
Pero... si sucedió.
La fresca noche de primavera, abril, en sexto grado, justo después de que Sam lanzara un fuego artificial a la ventana de la casa del árbol, Yulexi corrió hacia afuera. El aire olía como cabello en llamas. Luego vio a los paramédicos cagando a Gabriela por la temblorosa y frágil escalera de la casa del árbol.
Sam estaba a su lado. —. ¿Hiciste eso a propósito? —pregunto Yulexi, horrorizada.
— ¡No! —Sam presiono el brazo de Yulexi—. Si…

Por años, Yulexi trato de bloquear lo que paso después de eso: Jeremy
Fernández dirigiéndose directamente hacia ellas. Su cabello muy elaborado y su gótica y pálida cara sonrojada. Camino derecho hasta Sam.
—Te vi —Jeremy estaba tan furioso que temblaba. Miro hacia la calle, donde un carro de policía se estaciono—. Te voy a acusar.
Yulexi resoplo. Las puertas de la ambulancia se cerraron y las sirenas comenzaron a sonar alejándose de la casa. Sam estaba calmado.
—Si, pero yo te vi Jeremey —dijo—. Y si me acusas, yo también te acusare. Con tus padres. Jeremey dio un paso hacia atrás. —No.
—Si —Sam lo contrario. A pesar de que solo media 5 con 3 pies, de repente pareció mucho mas alta—. Tú lanzaste el cohete. Tú heriste a tu hermana.
Yulexi tomo su brazo. . ¿Que estaba haciendo ella? le alejo el brazo.
—Hermanastra —Jeremey murmuro, casi inaudiblemente. Miro hacia su casa del árbol y luego al final de la calle. Otro auto de policías llego a la casa de los
Fernandez—. Te voy a atrapar —le dijo a Sam—. Solo espera. Luego el desapareció. Yulexi tomo el brazo de Sam. —. ¿Que vas a hacer?
—Nada —dijo Sam, muy calmado—. Estamos bien.
—Samir... —Yulexi parpadeo con incredulidad—. . ¿No lo escuchaste? El te vio hacerlo. Le va a decir a la policía ahora mismo.
—No lo creo —Sam sonrió—. No con lo que se sobre el —luego avanzo y dijo lo que había visto a Jeremey hacer. Eso era algo tan molesto. Sam había olvidado que seguía sosteniendo el cohete hasta que se disparo de su mano hacia la ventana de la casa del árbol.
Sam le hizo prometer a Yulexi que no le diría a nadie mas sobre eso, y le advirtió a Yulexi que si lo hacia buscaría una manera de darle su merecido.
Asustada por lo que Sam podría hacerle, Yulexi mantuvo su boca cerrada. Le preocupaba que Gabriela dijera algo - seguramente Gabriela recordaría que Jeremey no lo había hecho- pero Gabriela estaba delirando y confundida... dijo que esa noche no la recordaba. Luego, un año después, Sam desapareció.
La policía le pregunto a todos, incluyendo a Yulexi, preguntaron si sabia de alguien que quisiera dañar a Sam. Jeremey, Yulexi pensó inmediatamente. No podía olvidar el momento en el que dijo: te atrapare. Excepto que nombrar a
Jeremey significaba decirle la verdad a los policías sobre el accidente de Gabriela –que ella era en parte responsable. Que ella sabía la verdad y no se lo había dicho a nadie en todo ese tiempo. Eso también significaba decirles a sus amigas el secreto que había estado guardando por más de un año. Entonces Yulexi no dijo nada. Yulexi tenía una coartada y giro hacia el estacionamiento del parque Valle Guanape. .Ves? S no podía saberlo todo, como dijo en el texto. A menos que S fuera Jeremey Fernández... Pero eso no tenia sentido. Las notas de S para Yulexi eran acerca de un secreto que solo Sam sabía: de vuelta en séptimo grado, Yulexi beso a Leo, el novio de su hermana Karen. Yulexi había admitido hacerlo solo a Sam -a nadie mas. Y S también sabía sobre Nelson, el ahora ex- de su hermana, con quien Yulexi había hecho más que besarse la semana pasada. Pero los Fernández vivían en la misma calle que Yulexi. Con binoculares, Jeremey podría haber sido capaz de ver por su ventana. Y Jeremey estaba en Valle Guanape, a pesar de que fuera septiembre. . ¿No debería estar ya en la escuela? Yulexi llego al estacionamiento pavimentado con ladrillos. Sus amigas ya estaban allí, caminado por el parque de juegos de la escuela primaria
Carvajal. Era un hermoso castillo de madera, con banderas y un tobogán con la forma de un dragón. El estacionamiento estaba desierto, las aceras de ladrillo estaban vacías y los campos estaban en silencio; toda la escuela tenia el día libre por el funeral de Sam  . —. ¿Entonces todas nosotras recibimos mensajes de este tal “S”? —Kelimar pregunto mientras Yulexi llegaba. Todas tenían el celular en sus manos con el mensaje que decía Lo se todo. —Yo recibí otros dos —Gicelle dijo tentativamente—. Yo pensé que eran de Sam.
— ¡Yo también! —Kelimar resoplo, apoyando se mano a la escalera del castillo de juego. Maria y Yulexi asintieron también. Se miraron unas a otras con ojos nerviosos. —. ¿Que decía el tuyo Gicelle? —Yulexi miro a Gicelle.
Gicelle se quito parte de su cabello que le cubría el rostro. —Es... personal.
Yulexi estaba tan sorprendida, rió fuertemente.
— ¡Tu no tienes ningún secreto, Gicell! —Gicelle era la más tranquila y dulce chica de todo el planeta. Gicelle parecía ofendida. —Si, bueno, si tengo.
—Oh —Yulexi se sentó sobre el tobogán. Inspiro, esperando oler el césped. En lugar de eso capto el olor del cabello en llamas -justo como en la noche del accidente de Gabriela. —. ¿Que hay de ti Kelimar?
Kelimar arrugo su pequeña nariz. —Si Gicelle no dirá el suyo, no quiero hablar sobre el mió. Era algo que solo Sam sabia.
—Lo mismo digo —dijo Maria rápidamente. Bajo su mirada y dijo—: Lo siento.
Yulexi se estremeció. —. ¿Entonces todas tienen secretos que solo Sam sabia? Todas asintieron. Yulexi bufo ruidosamente. —Pensé que éramos amigas. Maria miro a Yulexi y la enfrento. —Entonces dinos que decía el tuyo.
Yulexi no sentía que su secreto sobre Leo era tan jugoso. No era nada comparado con lo que sabia sobre lo de Gabriela. Pero ahora se sentía orgullosa de decirlo. —Es un secreto que solo Sam sabia, como tu —coloco su cabello negro detrás de sus orejas—. Pero S también me envió un e-mail sobre algo que esta pasando ahora. Me sentí como si me estuviesen espiando.
Los helados ojos negros de Maria se abrieron. —Lo mismo digo.
—Entonces hay alguien espiándonos a todas —dijo Gicelle. Una mariquita se poso en su hombro y lo sacudió como si fuese algo más feo.
Yulexi se levanto. —.Creen que sea... Jeremey?

Todas parecían sorprendidas. —. ¿Por que? —pregunto Maria.
—El es parte de lo de Gabriela — Yulexi dijo cuidadosamente
—. . ¿Que si el sabe?
Maria señalo a la pantalla de su Treo. —. ¿De verdad crees que es... sobre lo de Gabriela? Yulexi se humedeció los labios. Diles. —Todavía no sabemos porque Jeremey se culpo a si mismo —ella sugirió, probando a ver que dirían las demás. Kelimar pensó por un momento. —La única manera de que Jeremey sepa lo que hicimos es que una de nosotras se lo dijera —ella miro a las demás desconfiadamente—. Yo no le dije.
—Yo tampoco —Maria y Gicelle se apresuraron a decir.
—. ¿Y si Jeremey lo supo de otra manera? —Yulexi pregunto.
—. ¿Te refieres a que otra persona vio a Sam y le dijo? —Maria pregunto—. . ¿O que el vio a Sam? —No... Me refiero... no lo se —dijo Yulexi—. Solo estoy tratando de adivinar. Diles, Yulexi pensó de nuevo, pero no podía. Todas parecían desconfiadas de las otras, como si la desaparición de Sam fuera la causa de la desintegración de su amistad. Si Yulexi les dijera la verdad, la odiarían por no decirle a la policía cuando Sam desapareció. Incluso la culparían por la muerte de Sam. Quizás lo deberían hacer. . ¿Que si Jeremey de verdad... lo hubiese hecho? —Era solo un pensamiento —se escucho a si misma decir—. Probablemente estoy equivocada.
—Sam dijo que nadie lo sabia excepto nosotras —los ojos de Gicelle estaban húmedos—. Nos lo juro. .Recuerdan?
—Además —Kelimar agrego—. . ¿Como podría Jeremey saber tanto de nosotras? Podría verlo venir de los viejos amigos de Sam, o de su mejor amigo, o de alguien con quien hablara. Pero odiaba a Jeremey. Todas lo hacíamos.
Yulexi se encogió de hombros. —Probablemente tienes razón —tan pronto lo dijo se relajo. Estaba obsesionada por nada.

Todo estaba tranquilo. Quizás demasiado. La rama de un árbol cercano se cayo, y Yulexi miro a su alrededor sorprendida. Los columpios se movían como si alguien se hubiese bajado de ellos. Un pájaro marrón se poso en el techo del castillo y las observo, como si lo supiera todo también.
—Creo que alguien esta tratando de molestarnos —Maria susurro.
—Si —Gicelle estuvo de acuerdo pero no sonaba convencida.
—. ¿Entonces, que hacemos si recibimos otra nota? —Kelimar se acomodo su pequeño vestido negro sobre sus piernas—. Al menos deberíamos tratar de resolver quien es.
—Que tal, si recibimos otra nota, no llamamos —Yulexi sugirió
—. Deberíamos tratar de armar el rompecabezas. Pero no creo que deberíamos hacer algo como, loco. Deberíamos tratar de no preocuparnos.
—No estoy preocupada —Kelimar dijo rápidamente.
—Yo tampoco —Maria y Gicelle dijeron al mismo tiempo. Pero cuando una corneta sonó en la calle, todas saltaron.
— ¡Kelimar! —Julia Ñambre, la mejor amiga de Kelimar, saco su pálida y castaña cabeza de una Hummer H3. Lucia unos grandes y rosados lentes de aviador. Kelimar miro a las demás disculpándose. —Debo irme —murmuro, y corrió por el patio.
Durante los últimos años Kelimar se reinvento a si misma convirtiéndose en una de las chicas mas populares de Juan de Urpin. Había perdido peso, se tino el cabello de un sexy color oscuro, se consiguió un nuevo guardarropa de diseñados, y ahora ella y Julia Ñambre -una idiota también transformada se juntaban en la escuela, demasiado buenas para los demás. Yulexi se pregunto cual seria el gran secreto de Kelimar.
—Yo también debería irme —Maria se coloco su pequeño bolso púrpura en el hombro—. Las llamare —y partió hacia su Subaru.

Yulexi se fue hacia los columpios y al igual lo hizo Gicelle, quien lucia cansada y triste. Yulexi coloco su mano sobre el hombro de Gicelle. —. ¿Estas bien?
Gicelle volteo su cabeza. —Sam. El esta… —Lo se.
Se abrazaron incómodamente, luego Gicelle camino hacia los bosques diciendo que tomaría el camino corto hasta su casa. Por años, Yulexi, Gicelle, Maria y Kelimar no habían hablado, incluso si se sentaban una detrás de la otra en clase de historia o estaban solas en el tocador. Sin embargo Yulexi sabia cosas sobre todas ella -partes intrigantes que solo cercanas amistades sabrían. Como, el hecho de que Gicelle era la que se estaba tomando la muerte de Sam más duramente. Solían llamar a Gicelle "Asesina" porque defendía a Sam como un Rottweiler posesivo.
De vuelta al auto, Yulexi se sentó en el asiento del piloto y encendió la radio.
Giro el botón y encontró la estación de deportes de los Phillies, 610 AM. Algo en la sobrecarga de testosterona en unos chicos hablando de los Phillies y Sixters la calmaron. Había esperado que hablar con sus viejas amigas aclarara un poco las cosas, pero las cosas todavía estaban... extrañas.
Cuando su celular vibro en su bolsillo, los saco esperando que fuera Gicelle o
Maria. Quizás incluso Kelimar. Yulexi lo tomo y abrió su bandeja de entrada.

Yule, no te culpo por no poder decirles tu pequeño secreto sobre Jeremey. La verdad puede ser peligrosa… y ¿no querrás que se sientan lastimadas, .o si?
                                                                                                                 –S



Capitulo 2
Kelimar 2.0

Julia Ñambre puso la Hummer de sus padres en el parking, pero dejo el motor en marcha. Tiro su celular en su bolso Lauren Merkin de gran tamaño color conac y sonrió a su mejor amiga, Kelimar. —He estado tratando de llamarte.
Kelimar permaneció cautelosamente en la acera. —. ¿Por que estas aquí?
—. ¿De que estas hablando?
—Bueno, yo no te pedí dar una vuelta —temblando, Kelimar señalo a su Toyota Prius en el estacionamiento—. Mi coche esta allí. . ¿Alguien te dijo que estaba aquí, o...?
Julia estiro un largo y castaño mechón de cabello alrededor de su dedo.
—Estoy en mi camino a casa desde la iglesia, estas chiflada. Te vi, me detuve —dejo escapar una risita—. . ¿Tomaste un Valium de tu mama? Pareces estar mal.
Kelimar saco un Camel Ultra Light fuera del paquete en su bolso negro de Prada y lo encendió. Por supuesto que estaba mal. Su antigua mejor amiga había sido asesinada, y ella había estado recibiendo mensajes de texto aterradores de alguien llamado “S” toda la semana. Cada momento de hoy, preparándose para el funeral de Sam, comprando Coca-Cola Light en Wawa, uniendo en la carretera hacia Valle Guanape, se sentía segura de que alguien la estaba observando. —Yo no te vi en la iglesia —murmuro.

Julia tomo sus gafas de sol para revelar sus redondos ojos azules. —Miraste directamente a mí. Me despedí de ti. . ¿Cualquiera de eso te suena familiar?
Kelimar se encogió de hombros. —Yo... no me acuerdo.
—Bueno, supongo que estabas ocupada con tus viejos amigos —devolvió Julia. Kelimar se erizo. Sus viejos amigos eran un tema pegajoso entre ellas, hace un millón de años, Julia fue una de las chicas Sam, Kelimar, y las otras bromistas. Se convirtió en la chica de las risas, después de que Gabriela se lastimara. —Lo siento.
Estaba lleno de gente.
—No es como si me estuviera ocultando —Julia sonaba herida—. Yo estaba sentada detrás de Raul.
Kelimar inspiro profundamente. Raul.
Raul Ackard era su ahora ex novio, su relación acabo en la fiesta de bienvenida de regreso a la escuela de Ericxon Castro la noche del pasado viernes. Kelimar había tomado la decisión que el viernes iba a ser la noche en que perdiese su virginidad, pero cuando ella comenzó a ponerse en movimiento con Raul, el la evito y le dio un sermón sobre el respeto a su cuerpo. En venganza, Kelimar tomo el BMW de la familia Ackard y salio de fiesta con Julia y lo estampo alrededor de un poste de teléfono delante de una casa Depot.
Julia apretó los talones sobre el acelerador de la Hummer, el motor se acelero.
—Así que escucha. Tenemos una emergencia, no tenemos fecha todavía.
—. ¿Para que? —Kelimar parpadeo.
Julia levanto una ceja rubia perfectamente depilada. —Hola, .Kelimar? ¡Para Foxy! Es este fin de semana. Ahora que cortaste con Raul, puedes pedírselo a alguien genial. Kelimar se quedo mirando el poco crecido diente de león de las grietas en la acera. Foxy era el baile benéfico anual de "los jóvenes miembros de la sociedad Valle Guanape", patrocinado por la Liga Valle Guanape Foxhunting, de ahí el nombre. Una donación de $250 a la elección de la liga a la cena, el baile, y la oportunidad de ver tu foto en el Philadelphia Inquirer y el glam-R5.com, el blog de la sociedad, y era una buena excusa para disfrazarse, beber, y conectar con otros novios. Kelimar había pagado su ticket en julio, pensando que iba con Raul. —Yo no se siquiera si voy —murmuro con tristeza.
—Por supuesto que vas —Julia rodó sus ojos cafe y dejo escapar un suspiro
—. Oye, llámame cuando reviertan tu lobotomía
—y luego puso el coche en marcha y salio zumbando.
Kelimar regreso lentamente a su Prius. Sus amigos se habían ido, y su coche de plata parecía solitario en el estacionamiento vació. Un sentimiento de inquietud le molestaba. Julia era su mejor amiga, pero había un montón de cosas que Kelimar no le estaba diciendo en este momento. Como los mensajes de “S”. O como ella había sido arrestada la mañana del sábado por robar el automóvil del Señor Ackard. O que Raul la dejo a ella, y no al revés. Raul fue tan diplomático, que había dicho solo a sus amigos que ellos habían "decidido ver a otras personas". Kelimar imagino que podría trabajar la historia a su favor para que nadie supiera la verdad.
Pero si ella le decía a Julia algo de eso, seria demostrarle que la vida de Kelimar estaba fuera de control. Kelimar y Julia había vuelto a crearse a ellas mismas juntas, y la regla era que como co-divas de la escuela, tenían que ser perfectas. Eso significaba permanecer delgada, llevando ajustados jeans Paige antes que nadie, y nunca perder el control. Cualquier grieta en su armadura puede enviarlas de vuelta al anonimato y al pasado de moda, y nunca quería volver allí. Nunca. Así que Kelimar tenia que fingir que ninguno de los horrores de la ultima semana había sucedido, a pesar de que si lo habían hecho.
Kelimar nunca había conocido a nadie que hubiese muerto, y mucho menos a alguien que fuese asesinado. Y el hecho de que se trataba de Sam, en combinación con las notas de S, era aun más espeluznante. Si alguien realmente sabía acerca de La Cosa de Gabriela... y podría contarlo... y si ese alguien tenía algo que ver con la muerte de Sam, definitivamente la vida de Kelimar no estaba en su control.
Kelimar se detuvo en su casa, de ladrillo Georgiano que daba al monte Mt Kale.
Cuando se miro en el espejo retrovisor del coche, se horrorizo al ver que tenia la piel manchada y aceitosa y sus poros parecían enormes. Ella se acerco más al espejo, y de repente... tenía la piel clara. Kelimar tomo unas cuantas largas respiraciones irregulares antes de salir del coche. Había estado teniendo un montón de alucinaciones como esta últimamente. Agitada, se deslizo dentro de su casa y se dirigió a la cocina. Cuando se acerco a las puertas francesas, se congelo. La madre de Kelimar estaba sentada a la mesa de la cocina con un plato de queso y galletas delante de ella. Su cabello castaño oscuro estaba en un mono, y su reloj Chopard con diamantes incrustados brillaba en el sol de la tarde. Su auricular inalámbrico Motorola en su oreja. Y junto a ella... el padre de Kelimar. —Hemos estado esperándote —dijo su papa.
Kelimar dio un paso atrás. El cabello de el estaba más gris, y llevaba unas nuevas gafas de montura metálica, pero por lo demás tenía el mismo aspecto: alto, ojos arrugados, polo azul. Su voz era la misma, demasiado profunda y tranquila, como un comentarista de la NPR. Kelimar no lo había visto ni hablado con el en casi cuatro años.
—. ¿Que estas haciendo aquí? —exclamo ella.
—He estado haciendo algún trabajo en Philadelphia —dijo el Sr. Hernández, su voz chirriantemente nerviosa en trabajo. Cogio la taza de cafe Doberman. Era la taza de su papa cuando había vivido con ellas; Kelimar se pregunto si había arrasado en el armario para encontrarla
—. Tu mama llamo y me dijo acerca de Samir. Lo siento mucho, Kelimar.
—Si —dijo Kelimar. Se sintió mareada.
—. ¿Necesitas hablar de cualquier cosa? —su mama mordisqueaba un pedazo de queso cheddar.
Kelimar ladeo la cabeza confundida. La relación entre la Sra. Hernández y Kelimar era más jefe/empleado que madre/hija. Mari Hernández había aranado en su camino por la escalera ejecutiva de Clarines de la firma de publicidad McManus & Tate, y ella trataba a todos como empleados. Kelimar no podía recordar la ultima vez que su mama le había preguntado algo sentimental. Posiblemente nunca.
— Uhm, estoy bien. Pero gracias —añadió, un poco arrogante.
¿Podrían realmente culparla de ser un poco amarga? Después de que sus padres se divorciaron, su padre se traslado a Annapolis, comenzó a salir con una mujer llamada Isabel, y heredo una magnifica cuasi-hijastra, Katherine. Su padre hizo su nueva vida tan poco acogedora para ella, que Kelimar le visito solo una vez. Su padre no había tratado de llamarla, ni enviarle e-mails, ni nada, desde hace años. Ni siquiera enviar regalos de cumpleaños, para controlar. Su padre suspiro.
—Este probablemente no es el mejor día para hablar sobre cosas.
Kelimar lo miro. —. ¿Hablar de que más?
El Sr. Hernandez se aclaro la garganta.
—Bueno, tu mama me llamo por otra razón, también —bajo los ojos—.
El coche. Kelimar frunció el ceno. . ¿El coche? . ¿Que coche? Oh.
—Es bastante malo que robaras el automóvil del Señor Ackard —dijo su padre—. Pero. ¿Dejaste la escena del accidente?
Kelimar miro a su mama. —Pensé que esto estaba solucionado.
—Nada esta solucionado —la Sra. Hernández la fulmino con la mirada.
Me engañaste, Kelimar quería decir. Cuando la policía la dejo ir el sábado, su madre le dijo misteriosamente a Kelimar que las “cosas funcionarían bien”, de modo que Kelimar no estaría en problemas. El misterio se resolvió cuando
Kelimar encontró a su madre y a uno de los oficiales jóvenes, Anthony Wilden, prácticamente haciéndolo en su cocina la noche siguiente.
—Hablo en serio —dijo la Sra. Hernández, y Kelimar paro de sonreír—.
La policía ha acordado desistir del caso, si, pero eso no cambia lo que esta pasando contigo, Kelimar. Primero robas en Tiffany, ahora esto. Yo no sabia que hacer. Así que llame a tu padre.
Kelimar se quedo mirando el plato de queso, demasiado extrañada para mirarlos. .Su mama le había dicho a su padre que había sido atrapada robando en Tiffany también

El Sr. Hernández se aclaro la garganta. —Aunque el caso fue abandonado con la policía, el Sr. Ackard quiere resolverlo en privado, fuera de los tribunales.
Kelimar se mordió el interior de su boca. —. ¿El seguro no paga esas cosas?
—No es eso exactamente —contesto el Sr. Hernandez—. El señor Ackard ha hecho a tu madre una oferta.
—El padre de Raul es un cirujano plástico —explico su madre—, pero su proyecto favorito es una clínica de rehabilitación para victimas de quemaduras.
El quiere que estés a las tres y media mañana.
Kelimar arrugo la nariz. —. ¿Por que no podemos simplemente darle el dinero?
El pequeño celular LG de la Sra. Hernández empezó a sonar.
—Creo que esta será una buena lección para ti. Para hacer algo bueno para la comunidad. Para entender lo que has hecho.
— ¡Pero yo lo entiendo! —Kelimar Hernandez no quería perder su tiempo libre en una clínica de quemaduras. Si tenía que ser voluntaria, ¿por que no podía estar en algún lugar chic? ¿Como en la ONU, con Nicole y Angelina?
—Ya esta resuelto —dijo la Sra. Hernandez bruscamente. Entonces le grito a su teléfono—. ¿Carlos? ¿Hiciste la maqueta?
Kelimar se sentó con sus uñas presionado en puños. Francamente, ella deseaba poder subir las escaleras, cambiarse el vestido de funeral - .hacia que sus muslos se viesen enormes, o era simplemente su reflejo en las puertas del patio rehacer su maquillaje, perder cinco libras, y tomar un trago de vodka. Luego volvería a bajar y a reintroducirse a si misma.
Cuando ella miro a su padre, el le dio una sonrisa muy pequeña. El corazón de
Kelimar dio un vuelco. Sus labios entreabiertos, como si fuera a hablar, pero luego sonó su teléfono móvil, también. Levanto un dedo a Kelimar para que esperase. —.Katherine? Respondió.
El corazón de Kelimar se hundió. Katherine. La magnifica, casi perfecta hijastra.

Su padre puso el teléfono debajo de la barbilla. — ¡Hey! .Como fue el crosscountry? —hizo una pausa y luego sonrió—. . ¿En dieciocho minutos? Eso es impresionante.
Kelimar agarro un trozo de queso cheddar de la tabla de quesos. Cuando ella había visitado Annapolis, Katherine no la miraba. Ella y Sam, quien había venido con Kelimar para darle apoyo moral, había formado un vínculo con la guapa chica, excluyendo a Kelimar por completo. Le llevo a Kelimar a devorar todos los aperitivos en un radio de una milla, esto fue cuando ella era gordita y fea, y comió y comió. Cuando ella tuvo su estomago lleno en exceso de agonía, su padre había movió los pies y dijo: —. ¿El cochinito no se siente bien? —en frente de todos. Y luego Kelimar había huido al baño y se había obligado con un cepillo de dientes en la boca.
El trozo de queso cheddar flotaba delante de la boca de Kelimar. Respiro profundamente, lo metió en una servilleta en su lugar y lo arrojo a la basura.
Todo eso ocurrió hace mucho tiempo... cuando era una Kelimar muy diferente.
Solo lo sabia Sam, y esa Kelimar había sido enterrada.


Capitulo 3
¿Hay alguna hoja de inscripción a los Amish en alguna parte?

Gicelle Tiapa se paro frente a la Posada Gray Horse, un edificio de piedra desmoronándose que solia ser un Revolucionario hospital en la Guerra.
Los actuales dueños convirtieron sus pisos superiores en una posada para los clientes-ricos-de-fuera-de-la-ciudad y servían café orgánico en el salón de recepción. Gicelle miro a través de las ventanas de la cafetería para ver a algunos de sus compañeros y sus familias comer bagels de salmón ahumado, aplastados sandwiches italianos, y enormes ensaladas Cobb. Todo el mundo debe haber tenido el deseo de comer su desayuno tardío después de la funeraria.
—Lo lograste.
Gicelle se dio la vuelta para ver a Juan Chafardet apoyado en una maceta de terracota llena de peonías. Juan había llamado cuando Gicelle dejaba los columpios de Juan de Urpin, pidiéndole que se encontraran. Como Gicelle,
Juan seguía en su traje de funeraria- un pantalón, botas negras, y una Camisa negra sin mangas. Y también como Gicelle, parecía que Juan había luchado encontrando cosas de aspecto lúgubre y negras en la parte posterior de su armario. Tristemente Gicelle sonrió. La casa a donde los Chafardet se habían trasladado era la vieja casa de Sam. Cuando los trabajadores comenzaron a excavar en el medio terminado mirador de los Combs para dar paso a la pista de tenis de los Chafardet, descubrieron el cuerpo descompuesto de Sam debajo del hormigón. Desde entonces, camionetas, coches de policía, y curiosos rondaban la propiedad 24 /7. La Familia Juan se refugiaba aquí en la posada hasta Las cosas se calmaran.
—Hey —Gicelle miro alrededor—. ¿Están tus parientes tomando su desayuno tardío? Juan negó. —Fueron a Lancaster.
Para volver a la naturaleza o algo. Honestamente, creo que han estado en estado de shock, así que tal vez la vida sencilla ehm les hará algo de bien.
Gicelle sonrió, pensando en los padres de Juan Tratando de compartir con los Amish en el oeste del pequeño municipio de Valle Guanape.
—. ¿Quieres venir a mi habitación? —Juan le pregunto, levantando las cejas.
Gicelle tiro de ella su falda-sus muslos se veían musculosos por la natación- y se detuvo. Si la familia de Juan no estaba aquí, estarían solos. En una habitación. Con una cama. Cuando Gicelle conoció a Juan, se había estado mentalizando. Había suspirado por un amigo que pudiera reemplazar Sam.
Sam y Juan eran muy similares en muchas maneras, los dos eran audaces y divertidos, y parecían ser los dos únicos personas en el mundo que entendían a la verdadera Gicelle. Que tenían algo mas en común: Con las que Gicelle se sentía diferente a su alrededor.
—Vamos —Juan se volteo para entrar. Gicelle no estaba segura de que mas hacer, aparte de seguirla. Ella siguió a Juan a través de las chirriantes escaleras sinuosas de la posada a su dormitorio temático-1776-. Olía a lana humedad. Tenía pisos de madera de pino, era inestable, con una cama matrimonial con dosel con una loca manta gigante en la parte superior, y un artilugio desconcertante en la esquina que parecía una mantequera—. Mis padres nos consiguieron a mi hermano y a mis habitaciones separadas
—. Juan se sentó en la cama con un chirrido.
—Eso esta bien —Gicelle respondió, posándose en el borde de una silla desvencijada que probablemente había pertenecido a George Washington.
—Entonces, ¿como estas? —Juan se inclino hacia ella—. Dios, te vi en el funeral. Tu lucias... devastada —los ojos color avellana de Gicelle se llenaron de lagrimas.
Ella estaba devastada acerca de Sam. Gicelle había pasado los últimos tres años y medio con la esperanza de que Sam se presentaba en su porche un día, sano y brillante como siempre.
Y, cuando ella comenzó a recibir las notas de S, estaba segura que Sam estaba de vuelta. . ¿Quien mas podría saberlo? ahora, Gicelle sabia que Sam se había ido realmente. Para siempre. Además de eso, alguien conocía sus más ocultos secretos, que había estado enamorada de Sam y que sentía lo mismo por Juan. Y tal vez alguien sabía la verdad sobre lo que le habían hecho a Gabriela, también. Gicelle se sintió mal, se negaba a contarles a sus viejas amigas acerca de lo que decía la nota de S. Era solo... que No podía. Una de las notas había sido escrita en una vieja carta de amor que expresaba lo que ella sentía por Sam. Lo irónico era que ella "podría” hablar con Juan sobre lo que la nota decía, pero tenia miedo de decirle a Juan sobre “S”. —Creo que estoy en shock —finalmente respondió, sintiendo un dolor de cabeza adelantarse—."Pero, además... es que estoy cansada.
Juan se quito las botas. —. ¿Por que no tomas una siesta? No te vas a sentir mejor solo sentada en ese intento de silla. Gicelle envolvió sus manos alrededor de los brazos de la silla. —Yo…
Juan dio unas palmaditas en la cama. —Parece que necesitas un abrazo.
Un abrazo se sentiría bien. Gicelle se aparto el pelo negro-rojizo de su cara y se sentó en la cama junto a Juan. Sus cuerpos se mezclaban uno con el otro. Gicelle podía sentir las costillas de Juan a través de la tela de su camisa. Era tan pequeña, Gicelle podría probablemente recogerla y girarla a su alrededor.

Ellas se alejaron, unas pocas pulgadas mirándose el uno al otro a la cara. Las pestañas de Juan eran negro carbón, y tenia motas diminutas de dorado en su iris. Poco a poco, Juan inclino hacia arriba la barbilla de Gicelle. El la beso suavemente en primer lugar. Luego más duro. Gicelle sintió el silbido familiar de emoción a medida que la mano de Juan reescribía sobre el borde de la falda de Gicelle. De repente, la alcanzo debajo de el. Sus manos se sentían frías y sorprendentes. Los ojos de Gicelle se abrieron de un tiro y ella se aparto.
Las cortinas blancas con volantes en la sala de Juan estaban abiertas, y Gicelle podía ver el Escalade, Mercedes, y los hibridos Lexus en el estacionamiento. Saryhana Olivares y Valentina Castillo, dos chicas del grado de Gicelle salían del restaurante, seguidas por sus padres. Gicelle se agacho.
Juan se echo hacia atrás. —. ¿Que tiene de malo?
—. ¿Que estas haciendo? —Gicelle se desabrocho la falda cubriéndose con la mano.
—. ¿Que te parece que estoy haciendo? —Juan sonrió. Gicelle miro a la ventana.
Saryhana y Valentina se habían ido.
Juan se sacudía de arriba abajo en el crujiente colchón de la cama. —.Sabias que hay una cosa de caridad llamada el baile Foxy el sábado?
—Si —todo el cuerpo de Gicelle latía.
—Creo que debemos ir —continuo Juan—. Suena divertido.
Gicelle frunció el ceno. —Los boletos cuestan $ 250. Tú tienes que ser invitada.
—Mi hermano consiguió boletos. Suficientes para las dos —Juan se acerco mas a Gicelle—. ¿Quieres ser mi cita?
Gicelle salio disparada de la cama. —Yo... —dio un paso hacia atrás, tropezando en la enganchada alfombra resbaladiza. Mucha de la gente del Juan de Urpin iria al Foxy. Todos los chicos populares, los atletas, todos... todo el mundo—. Tengo que ir al cuarto de baño.

Juan parecía confundido. —Esta por allá.
Gicelle cerró la torcida puerta del baño. Se sentó en el inodoro y se quedo mirando la pintura en la pared, era una mujer Amish con un sombrero y un vestido a los tobillos. Tal vez era una señal. Gicelle estaba siempre en busca de signos que la ayudaran a tomar decisiones- en su horóscopo, en galletas de la fortuna, como esas cosas al azar. Tal vez esta imagen quería decir, que debía ser como los Amish. . ¿No eran castos de por vida? .Sus vidas corrían exasperantemente simples. ¿No quemaban en la hoguera a las niñas a las que les gustabanlos chicos drogadictos?
Y entonces su teléfono sonó.
Gicelle lo saco de su bolsillo y se pregunto si era su madre queriendo saber donde estaba Gicelle. La Sra. Tiapa estaba menos que contenta de que Gicelle y Juan fueran amigos porque era, posiblemente racista. Imaginando si su mama supiera en lo que estaban hasta ahora.
El Nokia de Gicelle parpadeo, Un nuevo mensaje de texto. Hizo clic en LEER.

!Gicell! Aun disfrutando de los mismos tipos de *actividades* con tus mejores amigos, ya veo. Aunque la mayoría de nosotros ha cambiado totalmente, ¡es bueno saber que sigues siendo la misma! ¿Vas a decirles a todos acerca de tu nuevo amor? ¿O lo haré yo? -S

—No —murmuro Gicelle.
Hubo un repentino zumbido detrás de ella. Salto, chocando su cadera con el fregadero. Era que alguien tiro de la cadena en la siguiente habitación. Luego hubo algunos murmullos y risitas. Que parecían venir del desagüé del fregadero.
—.Gicelle? —Llamo Juan—. ¿Todo bien?
—Uh... bien —Gicelle grazno. Ella se miro en el espejo. Sus ojos muy abiertos y huecos, y su cabello rojizo-negro estaba despeinado. Cuando finalmente salio del baño, las luces dormitorio estaban apagadas y dibujaba los tonos. —Psssst
—Juan llamo desde la cama. El estaba seductoramente acostado de lado.

Gicelle miro alrededor. Estaba bastante segura de que Juan no había cerrado aun la puerta. Todos esos chicos Juan de Urpin comían la planta baja su desayuno...
—No puedo hacer esto —espeto Gicelle.
—.Que? —los deslumbrantemente dientes blancos de Juan brillaban en la
Penumbra.
—Somos amigos —Gicelle se aplasto contra la pared—. Me gustas.
—Me gustas, también —Juan se pasó una mano sobre un brazo desnudo.
—Pero es todo lo que podemos ser en este momento —Gicelle aclaro—. Amigos. La sonrisa de Juan desapareció en la oscuridad.
—Lo siento —Gicelle empujo rápidamente sus mocasines, poniéndolos en su pie derecho y luego el izquierdo.
—Esto no significa que tengas que irte —Juan dijo en voz baja.
Gicelle la miro cuando llego al picaporte. Sus ojos ya estaban ajustados a la luz, y ella podía ver que Juan estaba desilusionado y confundido.
— Debo irme —Gicelle murmuro—. Llego tarde.
—. ¿Tarde para que?
Gicelle no respondió. Se volvió hacia la puerta. Juan, como sospechaba no se había molestado en cerrarla.

Capitulo 4
Hay verdad en el vino… O, en el caso de Maria, el Amstel

Mientras Maria Noguera se deslizaba dentro de la casa vanguardia de su familia—la cual se destacaba en su típica calle de Valle Guanape de neoclásicas Victorianas—ella escucho a sus padres hablando silenciosamente en la cocina.
—Pero no entiendo —su madre, Emma—a sus padres les gustaba que Maria los llamara por sus primeros nombres—estaba diciendo—. Me dijiste que podías ir a la cena de los artistas la semana pasada. Es importante. Creo que Jason podría comprar algunas de las pinturas que hice en Sidney.
—Es solo que ya estoy atrasado con mis papeles —su padre, Ramón, respondió—. No he determinado las clasificaciones todavía.
Emma suspiro. — ¿Como es que tienen papeles y solo has tenido dos días de clase? —Les di su primera asignación antes de que el semestre empezara. —Ramón sonaba distraído—. Te lo compensare, lo prometo. .Que tal Otto’s? .El sábado por la noche? Maria cambio su peso en el vestíbulo. Su familia justo había retornado de estar dos años en Sidney, Australia, donde su padre había estado de año sabático por enseñar en la Unefa, la universidad liberal de arte de Valle Guanape. Había sido el perfecto alivio temporal para todos ellos—Maria necesitaba el escape después de que Sam desapareciera, su hermano, Roilan, necesitaba algo de cultura y disciplina, y Emma y Ramon, quienes tenían días sin hablar, parecían haberse
vuelto a enamorar en Islandia. Pero ahora que estaban de nuevo en casa, todos se estaban revirtiendo otra vez en sus disfuncionales maneras. Maria pasó a la cocina. Su padre se había ido, y su madre estaba parada cerca de la isla, con la cabeza en sus manos. Cuando vio a Maria, brillo. —.Como estas, cariño? —pregunto cuidadosamente, tocando la tarjeta del funeral que habían recibido en el servicio de Sam.
—Estoy bien —murmuro Maria.
—.Quieres hablar de ello?
Maria sacudió su cabeza. —Luego, tal vez —ella huyo hacia la sala, sintiéndose espastica y distraída, aunque había bebido seis latas de Red Bull. Y no era solo por el funeral de Sam.
La semana pasada “S” se había burlado de Maria por uno de sus oscuros secretos: En séptimo grado, Maria atrapo a su padre besando a una de sus
Estudiantes, una chica llamada Liceth. Ramon le había dicho a Maria que no le dijera a su madre, y Maria nunca lo había hecho, aunque siempre se sentía culpable por eso. Cuando “S” amenazo con contarle a Emma toda la fea verdad, Maria había asumido que “S” era Samir. Fue Sam quien había estado con Maria cuando ella atrapo a Ramon y a Liceth, y Maria nunca le habia dicho a nadie mas. Pero ahora Maria sabia que “S” no podía ser Samir, pero la treta de “S” todavia estaba alla afuera, prometiendo arruinar la familia de Maria. Ella sabia que deberia decirle a Emma antes de que lo hiciera “S” pero ella no podía obligarse a si misma a hacerlo. Maria camino hacia el porche trasero, pasando sus dedos a través de su largo cabello negro. Un flash de blanco se asomo a través. Era su hermano, Roilan, corriendo alrededor del patio con su palo de lacrosse. —Hey —llamo ella, teniendo una idea. Cuando Roilan no respondio, ella camino hacia el cesped y se paro en su camino—. Voy al centro. .Quieres venir? Roilan hizo una cara. —El centro esta lleno de hippies sucios. Además, estoy practicando.

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